viernes, 10 de mayo de 2013

Frank Báez



DE OTROS MUNDOS
(1978)

Poeta y escritor dominicano. Nació en 1978, en Santo Domingo. Ha publicado los libros Jarrón y Otros Poemas (Editorial Betania, Madrid, 2004), Págales tú a los psicoanalistas (Editorial Ferilibro, Santo Domingo, 2007), con el que obtuvo el Premio Internacional de Cuento Joven de la Feria Internacional del libro; Postales (Editorial Casa de poesía, San José, 2008; Editorial Textos de Cartón, Córdoba, 2009, Editorial Cara de Cuis, Córdoba, 2010, 2011; Editorial Ediciones De a Poco, Santo Domingo, 2011; Ediciones Liliputienses, Madrid, 2012) , que obtuvo e Premio Nacional de poesía de la República Dominicana; y En Rosario no se baila cumbia (Editorial Folía, Buenos Aires, 2011). 

Sus textos han aparecido en diversas antologías; entre estas se encuentran: Cuerpo Plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (editorial Pre – textos, 2010); y Antología de crónica latinoamericana actual, Darío Jaramillo Agudelo, ed (editorial Alfaguara, 2012) Es coeditor de la revista de poesía Ping Pong:
www.revistapingpong.org Junto a Homero Pumarol fundó y conforma el colectivo de spoken word El Hombrecito que en el 2009 editó un disco titulado Llegó el hombrecito. Lleva un blog en la siguiente dirección: www.frankinvita.blogspot.com

www.frankinvita.blogspot.com




Quién quiere ser prestigioso

Por Leila Guerriero




"Frank Báez es dominicano. Nació en 1978 y es autor, entre otras cosas, de "Postales", un libro de poemas entre los que hay uno, Maullido, que parafrasea, en dos versos de descaro feroz, el poema Alarido, de Allen Ginsberg, y dice: "No he visto las mejores mentes/ de mi generación y ni me interesa". Conocí a Frank Báez en octubre pasado, en la Feria del Libro de Monterrey, en México. Una noche conversábamos en la terraza de un hotel acerca de un hombre cuyo prestigio se había visto pulverizado en dos minutos y Frank Báez, desencantado o divertido o las dos cosas, dijo: "A mí no me importaría que me pasara, porque yo ya estoy completamente desprestigiado". Y, cuando Frank Báez dijo eso, yo sentí lo que siento con ciertas músicas, con ciertas páginas de ciertos libros, con las películas que me gustan mucho: ese satori que, por un segundo, hace que tenga una comprensión plácida y total de la existencia. Allí, en la terraza de ese hotel de Monterrey, entendí la majestuosa libertad que existe en la tierra en la que habitan los desprestigiados. En el fondo, es lo mismo de siempre: solo un hombre dispuesto a perderlo todo resulta invulnerable. Solo quien esté dispuesto a vivir sin que le importe la mirada de los otros -y a diseñarse una vida acorde a eso- será una máquina eficaz, un ser apto para la supervivencia. "
http://www.frankbaez.com/


Frank Báez
POSTALES Y EL HOMBRECITO

Frank Baez Giselle Marino

Por Óscar Collado /Fotos Giselle Marino y Jeffry Mora.

“Lo que lleva a escribir el poema es una voz que se activa en tu  cabeza. Tienes dos opciones: escribir o volverte loco.”

Frank Báez me habla desde República Dominicana. Nuestra charla se da por Skype. Me habla sobre el clima, dice que está terrible, que todo está empapado allá, que pasó una tormenta etc.  Luego, como para entrar en calor ambos y romper la timidez -personalmente la mía-, hablamos un poco sobre otras cosas, espacios y situaciones comunes en Latinoamérica, rastros indelebles de la hosca situación del tercer mundo: analfabetismo, vicios educativos, corrupción política. De repente su voz me parece como de mentira, como envuelta en un halo mágico, apenas creo que esté allá, en Santo Domingo, mas bien siento como si estuviera aquí cerca, por el arrabal donde vivo. Poco a poco entramos en confianza.
Frank Báez es sin duda un tipo que no se da descansos. Incluso mientras habla todo parece moverse con la misma energía con que pronuncia las palabras: rápida, ágil. Actualmente participa en múltiples proyectos. Uno de ellos es la revista literaria digital Ping Pong, de la cual es editor. Ping Pong surgió con el propósito de ser un espacio, una plataforma para dar a conocer la obra de los diversos autores emergentes en República Dominicana. Frank también es miembro del colectivo el Hombrecito. Un proyecto que hace síntesis de la música, el arte audiovisual y la poesía y en donde colabora, entre otros, con el poeta Homero Pumarol. Su libro de poemas Postales obtuvo el Premio Nacional de Poesía en su país. Además de esto Frank ha escrito un libro de crónicas titulado En Rosario no se baila cumbia y su trabajo Bob Dylan en el auditorium Theater fue incluido recientemente en la Antología de crónica latinoamericana actual antologada por Darío Jaramillo.
Son muchas cosas las que puede decirse de Frank. En Literofilia.com tuvimos el gusto de entrevistarlo. Hablamos con él de algunos de sus proyectos, de su manera de hacer poesía y de otras cosas. La voz de Frank suena por los parlantes de mi computadora. Aún creo que es un mágico artificio, pero no, lo cierto es que es él. Esto es lo primero que le pregunto:
El oficio de escritor siempre ha sido arriesgado: te mueres de hambre; te pasas solo la mitad del tiempo; corres riesgos de sufrir series de crisis nerviosas; los compañeros de gremio son, la mayoría de las veces, una jauría dispuesta a devorarte. ¿Por qué escribir? ¿Se elige esto, o más bien crees, como afirmaba Sábato, que es la literatura la que lo elige a uno?
En ese sentido, yo creo que más bien debieras preguntar la razón de por qué publicar. Escribir y publicar son dos cosas distintas. La literatura está llena de un montón de escritores que nunca publicaron en vida. Uno escribe por un sinnúmero de razones. Pero yo creo que entre las primeras razones están el placer, la felicidad y la libertad que deja ese ejercicio. Más que oficio, pienso en la escritura como ejercicio. Si en algún momento dejo de practicarla voy a engordar, a enfermarme y mis músculos se van a atrofiar.
¿Qué lugar ocupa la poesía en esta época en donde todo ocurre con tanta premura y a ritmos vertiginosos, en donde todo parece estar constantemente cambiando y la gente tiene cada vez menos tiempo para la reflexión y el ocio? ¿Nos dirigimos a la culminación de la profecía Bradburiana en Farenheit?
Creo que la poesía está en el mismo lugar de siempre. No idealizo ni está época ni la pasada. Tendemos a pensar que cada tiempo pasado fue mejor. Sin embargo, hace noventa años, ¿quiénes tenían la posibilidad de sentarse a leer una novela o escribir un texto? Los mismos que hoy están alfabetizados y que no tienen que trabajar catorce horas al día en una fábrica.
Por cierto, si la profecía Bradburiana en Farenheit sucediera, ¿qué libro te gustaría memorizar? Más bien ¿qué libro serías? ¿Por qué?
Me gustaría que fueran varios. Pero me voy con “Tres Tristes Tigres” por el hecho de que imito muy bien el acento cubano.
Sucede muchas veces que el escritor descubre su vocación, ya sea por azar o por obligación. Carlos Fuentes le achacó a la rebeldía insuflada por sus profesores de colegio el descubrimiento de su oficio. Márquez empezó a escribir para demostrarle a un editor que sí había escritores jóvenes. En tú caso ¿cuál fue el detonante? ¿Cómo descubriste que querías escribir?
Creo que los detonantes fueron mi papá y Dylan Thomas. Yo tenía dieciséis o quince años y no tenía idea de lo que quería hacer en la vida. Un día mi papá estaba leyendo en voz alta un libro de Dylan Thomas. En un momento leyó un verso que dice “La mitad de este mundo es del demonio, la otra mitad es mía.” Me impresionó tanto que decidí en ese instante que lo que deseaba hacer era escribir cosas así. Por lo que me haría poeta. Pero ser poeta en el Santo Domingo de esos años, donde el poeta más famoso era el Presidente de la República que era ciego y tenía casi cien años, resultaba algo reaccionario. Cantante sonaba cool. Trompetista sonaba cool. Basketbolista sonaba cool. Pero poeta no. Así que desde entonces se me presentó como un problema llamarme poeta en un país donde esa palabra tenía tal connotación de poder.
¿Qué recuerdas de tus primeros poemas?
Recuerdo que eran espontáneos y honestos. Tras escribirlos tomaba un encendedor y los quemaba. Escribía como si me masturbara. Luego me propuse revisar los textos para mostrarlos. Comencé a aprender técnicas de los poetas que leía y así cambié la espontaneidad por la composición. Los poemas que anteriormente escribía en pocos minutos ahora me tomaban días, semanas, meses. Me interesé en publicar. Con eso en mente empecé a enviarle los textos a editoras, a revistas y a suplementos, pero al igual que con las mujeres, no recibía respuesta. Sin embargo, insistí tanto que me publicaron en par de sitios y luego un tío me financió una publicación. Las mujeres, en cambio, seguían rechazándome.
Borges decía que al inicio, cuando se empieza escribir y el escritor no está seguro de su estilo, se suele imitar a un autor al cual el escritor identifica como modelo supremo de lo literario. ¿Te sucedió a ti algo parecido? ¿Con quién?
Claro que sí, me paso con Borges.
¿Cómo surge Postales?
 Creo que surge cuando tomé mi machete y empecé a explorar por otro lado de la selva. Ahora que ha pasado un tiempo desde que lo publiqué comprendo que el libro se trata de ese recorrido. Es decir, de esa etapa de mi vida en que en vez de seguir tomando el camino seguro saqué un machete y emprendí mi propio camino. Por supuesto, esto lo hice de manera intuitiva. Mientras macheteaba no sabía que estaba trazando un camino, sencillamente avanzaba. Así que ahora leyéndolo puedo ver ese sendero. Ahora se me hace claro. Te pongo un ejemplo para ilustrar lo que digo. A principios de la década pasada escribí un poema titulado La Marilyn Monroe de Santo Domingo. El poema es una metáfora de la poesía dominicana. Pero una metáfora que se expande a otras realidades. En fin, el poema estaba hecho, pero no me atrevía a mostrarlo. Me daba miedo lo que la gente pensaría de mí al leerlo. Así que empecé a pasárselo a mis amigos diciendo que era anónimo. A estos les gustaba. Con el tiempo lo asumí, pero fíjate, a pesar de que al escribirlo estaba siendo cien por ciento sincero, yo no me atrevía a aceptarlo. A eso me refiero con machetear, en el sentido de que cuando digo que macheteé por otro lado, no es que haya roto con escuelas o estéticas o lo que sea, sino con la concepción que yo tenía de la poesía. Mejor aun, había puesto en duda lo que pensaba era la poesía. Ahora lo que me preocupa es que quiero abrir otro camino. Sin embargo, de sólo pensarlo me doy cuenta de que es no es una intención genuina, sino más bien oportunista. Tendría que darle tiempo a la poesía para ver donde me lleva.
Generalmente, ¿cómo inicia la escritura de tus poemas, tienes una idea en la mente, una imagen, escuchas una anécdota?
Ah, esto es como si le preguntaras los trucos al mago. Pienso que lo que lleva a escribir el poema es una voz que se activa en tu  cabeza. Tienes dos opciones: escribir o volverte loco. En mi caso, cuando viene la voz la copio en un cuaderno. Siempre estoy escribiendo en cuadernos y en libretas y en la laptop. Estoy atento a las expresiones de la gente. Me gusta observar lo que pasa en la calle. Estar atento de lo que hablan los que están sentados en la otra mesa del restaurante o en el asiento del lado de la guagua. Siempre ando copiando ideas que posteriormente usaré en un futuro poema. Trabajo con collages, con pastiches y todo eso. Leí que Blaise Cendrars anotaba en un cuaderno las palabras que le gustaría usar en un poema y en otro los títulos de los poemas que escribiría en el futuro. Eso me gusta. Cuando un poema no cuaja no suelo borrarlo por completo, me quedo con los versos y con las cosas que funcionaron, para buscarle uso en lo adelante. Así que soy un poeta que trabajo con material desechable para darle forma a cosas nuevas. En fin, siempre estoy componiendo. Incluso cuando estoy durmiendo, ya que muchas ideas y poemas me vienen de los sueños.
En “Damen” dices citando a John Keats “no hay nada menos poético que un poeta”. Es una declaración provocativa. Por lo menos atenta contra esa imagen romántica y sublime del poeta como ser cuasi divino, como un iluminado. ¿Qué es para ti el poeta?
Para mí un poeta es el que recibe el mensaje que tiene que entregar a la tribu. Piensa en esos mensajeros de la edad media que cabalgaban grandes distancias para entregar sus mensajesde guerra. Las vidas de estos dependían de si los mensajes que les tocaba entregar eran buenos o malos. Para mí eso es el poeta: alguien que mientras anhela que su mensaje sea bueno, cabalga.
¿Qué tanto le debe tu obra a la antipoesía?
No más de veinte dólares. 
Esta imagen desacralizada del poeta, del literato como un ser humano de carne y hueso se ve también en la selección de temas en tu poesía. De alguna manera se arroja sobre el tapete cantidad de problemáticas que parecerían en un principio no poéticas (la crisis de un treintañero, la selección de una camisa de Iron Maiden, etc.) ¿Por qué esta concepción de poesía?
Ah, yo creo que todo es poético, lo que depende es la forma en que lo plasmes. Mi amigo poeta Paul Alvarez decía algo fundamental “Temo a los temas”.
Una vez Jung dijo “De alguna manera todo es un problema de amor”. Postales, a pesar de su ironía y de su efervescencia, es también un texto de amplios matices amorosos. ¿Qué papel juega el amor en tu obra?
Te respondo con unos versos de Postales:
“todos los poemas de amor son irreales
los poemas de amor que el poeta escribe intencionalmente irreales
son los más reales de todos”
Mientras leía los poemas del libro imaginé a Frank Báez escribiendo en un pequeño cuchitril, escuchando a Bob Dylan y bebiéndose una soda. Es más o menos así o es una imagen manoseada. ¿Cuál es el ambiente que usualmente rodea la escritura de tu poesía?
Si no me equivoco era Henry Miller que decía que la mayor parte de la escritura se hace lejos de la máquina de escribir. Escribo desde el segundo piso de un multifamiliar. Estoy rodeado de apartamentos y de gente. Por lo que no es raro que mientras escriba oiga las discusiones de los vecinos, los tonos graves de un reggaetón, la alarma de un carro, los gritos de un bebé, alguien que descarga un sanitario o el sonido de un vaso que se rompe. Ese tipo de ruidos terminan filtrándose en mis textos. No se puede evitar. Nunca escribo con música puesta. Me molesta. Pero sí me gustan los ruidos incidentales. Un amigo colombiano me contó que García Marquez encontró a Carlos Fuentes escribiendo mientras escuchaba a todo volumen a los Beatles. Cuando García Marquez le preguntó la razón, Carlos Fuentes le  contestó que deseaba que  su prosa tuviera la  agilidad de esa música. Eso fue a finales de los sesenta. Y ya conocemos cuál es la calidad de los libros de Carlos Fuentes posteriores a los sesenta.
Has escrito crónicas periodísticas que se han publicado en diversos medios, ¿qué tanto ha influido tu labor de cronista en el acercamiento a las problemáticas que tratas en tu obra?
Cuando pienso en crónica lo que me viene a la mente es salir con una grabadora a la calle, con una libreta y con los sentidos alerta. Creo que me habitan dos seres: el cronista y el poeta. El cronista es el que cree en lo visible y el poeta en lo invisible. Lo que tengo que preocuparme es de mantener el consenso entre ambos.
Tu crónica “Bob Dylan en el auditorium Theater” fue parte de la selección que hizo el poeta Darío Jaramillo para el libro Antología de crónica latinoamericana actual junto a nombres como Martín Caparrós y Leila Guerriero. Además eres el único dominicano en la antología ¿Cómo te sientes respecto a esto?
Ah, pues contentísimo de que un poeta tan importante como Darío Jaramillo, me haya seleccionado para esa antología. Por otro lado, que sea el único dominicano, la verdad es un poco triste. Y triste en el sentido de que hay poca gente escribiendo crónicas en el país. Acá cuando se habla de cronistas se refieren a faranduleros. Necesitamos revistas donde se publiquen crónicas y que paguen por hacerlas. En este país y en Latinoamérica en general, sólo hay que poner un pie en la calle para encontrarse con un reportaje o una crónica. Para mí las crónicas se relacionan directamente con la memoria histórica de una generación. Que tengamos pocos medios de difusión para las crónicas y los reportajes serios impide que logremos entender de una manera amplia y profunda nuestra época.
Jaramillo decía en el prólogo a esa antología que hay una especie de “boom” de la crónica latinoamericana. Hay cronistas de enorme éxito en este momento, además premios de crónicas, revistas, blogs. En tú caso ¿cuál dirías tú que es el principal atractivo de este género actualmente?
Creo que es porque hay una camada de excelentes cronistas en toda latinoamérica. El otro día chateaba con un amigo mexicano  sobre las últimas novedades literarias. La mayoría de los libros que mencionamos pertenecían a cronistas. No soy especialista ni nada de eso, pero creo que estos cronistas están contando cosas que le atañen a los lectores latinoamericanos y que raramente salen en las novelas o en los cuentos, quizás por el artificio o porque los narradores se fueron a España a  triunfar como Vargas Llosa y se olvidaron de latinoamérica. Sin embargo, también hay esnobismo entre los cronistas. Por ejemplo, en esa antología yo escribo una crónica sobre Bob Dylan, ¿por qué no sobre un merenguero dominicano o un bachatero dominicano? ¿Por qué sobre Bob Dylan?
¿Planeas seguir escribiendo crónicas en el futuro? Ya has escrito un libro de crónicas titulado “En Rosario no se baila cumbia”.
Claro, me encanta escribir crónicas. Me da gracia escribir sobre hechos reales y personas de carne y hueso. Me gusta releer  “En Rosario no se baila cumbia”.  Lo considero un libro de crónicas de viaje. ¿Por qué? Porque los personajes salen con sus nombres y porque lo que pasó sucedió así mismo o al menos así es que lo recuerdo. Entre otras cosas, el libro habla de mi obsesión por César Aira y una entrevista que intento hacerle. La cuestión es que el otro día me escribió una amiga, Gabriela Bejerman, quien me dijo que se encontró con César Aira en la puesta en circulación de un libro y que este le contó que había leído el librito y que se había reído mucho.
Hablemos del proyecto El Hombrecito en el cual participas. ¿De dónde surge la idea de mezclar poesía, música y audiovisual en un mismo show?
El Hombrecito es un colectivo que empezó con poesía, luego le añadimos música y posteriormente visuales. La idea surge de mi amistad con el poeta dominicano Homero Pumarol. Fue un proceso que se dio de manera natural. Ambos teníamos poemas inéditos que nos leíamos y criticábamos. Como en República Dominicana no existían editoriales para publicar decidimos hacer lecturas para dar a conocer los textos. Leíamos en bares y en lugares no relacionados con la poesía. Así que teníamos que ganarnos a esa gente. Para no aburrirlos incluimos música en la propuesta. De igual manera, para atraerlos hacíamos afiches tentadores. La premisa es que la gente odiaba la poesía y teníamos que convencerlos para que fueran a escucharnos. Por esa misma razón, nos agenciamos un nombre con que pudieran identificar estas acciones poéticas. Así que le pusimos “El Hombrecito”, que me sigue pareciendo el titulo más simpático que uno le pueda poner a una banda o a un proyecto. El Hombrecito ha sobrepasado nuestras expectativas. Se ha convertido en algo así como una banda, compuesta de seis personas: cuatro músicos y dos poetas. Solemos trabajar con artistas visuales de primer orden. Nos hemos presentado en Madrid y en Miami. Estamos a punto de sacar nuestro segundo disco. Y de alguna manera, el proyecto ha ayudado a que nos publiquen en otros países y para que las ediciones locales de nuestros libros se vendieran. Por lo que se pudiera decir que “El Hombrecito” surge de la crisis editorial en nuestro país y al mismo tiempo del interés de nosotros por conquistar nuevos espacios y un público más diverso para nuestra poesía. Ahora bien, nada de esto se planeó, fue algo que evolucionó poco a poco.  Tal como te dije, surgió de dos poetas que se conocen, comparten sus textos y quieren compartirlos con la gente.
 ¿Cómo se puede generar una experiencia distinta en la literatura a través de la integración de la música y los recursos audiovisuales?
Bueno, eso viene haciéndose desde hace tiempo. Digamos que el cine es el producto más adelantado. Siento que iniciativas como esta a veces se sobreestiman. En el sentido de que si algo es bueno, es porque está bien hecho, independientemente del formato en que se haga. Hace un tiempo leí un artículo acerca de los escritores multidisciplinares donde ellos plantean que buscan recuperar la potencialidad de la literatura en el escenario. En el artículo había un video de uno de los escritores que proponía esto y era horroroso. Y lo que saqué de esto fue que por  más recursos audiovisuales que utilices, la cosa no va  a cuajar, si tus textos no son buenos. Así que lo que yo creo es que al final todo depende del texto. No porque tenga recursos audiovisuales o porque tengas carisma, la literatura va a ser buena o mala. Lo que la hace buena o mala es lo mismo que la hacía buena o mala hace miles de años.
¿Qué es lo que más disfrutas de las presentaciones?
El final, cuando nos entregan el dinero que recaudamos con la entrada, ya que es lo que nos ayuda a seguir desarrollando y financiando el proyecto.
Están preparando un nuevo álbum, ¿qué novedades se puede encontrar en este segundo CD?
Ya el disco está en proceso de post producción. Se titula “La última vuelta” y está compuesto por ocho temas. Está previsto para lanzarse el 14 de octubre en el Palacio de Bellas Artes de Santo Domingo. Nuevamente, trabajamos con el productor Aldo German y una gran cantidad de artistas y músicos dominicanos. En esta ocasión, los temas dan un paso más allá del disco anterior y creo que la poesía, la música y el concepto general están más acoplados.
Finalmente, ante tal cantidad de proyectos, queda preguntar ¿Se encuentra Frank Báez preparando algo en cuento, en poesía o en crónica actualmente? ¿De qué se trata?
Bueno, en estos momentos le estoy dando los toques finales a un librito de crónicas de un viaje a Nicaragua, el cual le voy a pasar a Juan Hernández, el editor de Germinal, para su consideración. Es un libro que está relacionado de una manera extraña con Derek Walcott, de  quien según leí en el periódico, es el invitado de honor de la Feria Internacional del libro de Costa Rica, que están celebrando por estos días.  ¡Ojalá a  Juan le guste y se motive a publicarlo!


Frank Báez
Por Brenda Galán


Siempre que voy a la isla, tenemos un encuentro muy nuestro en la librería, esta vez nos acompaña Giselle su novia, alguien muy especial a quien le dedica su libro postales.

Rodeados de estantes, páginas impresas y personas que hablan en voz baja nos sentamos a conversar.
A pesar de ser tan joven, Frank Báez tiene la madurez de alguien que ha vivido muchos más años de los que tiene.
Su pausada forma de hablar se gana tu confianza y su condición de psicólogo transforma la conversación en un intercambio de ideas muy interesante.
El, en cierta forma es responsible de que me haya atrevido a compartir con otros lo que escribo y de sugerirme varios libros que me han encantado.
Recuerdo en este momento el consejo que me dio como escritor hace algún tiempo: “Lee, vive y escribe”, y de esa sugerencia parto para hacerle algunas preguntas:

- ¿Quién nace primero en ti, el lector o el escritor?
Te diría que el lector. Sin embargo, yo no disocio al lector del escritor, creo que en el ejercicio literario ambos van de la mano. A medida que uno más lee más escribe. Y viceversa. Los escritores que más me gustan son los que dialogan directamente con una tradición literaria de una manera directa e indirecta. Esto es un poco lo que yo hago en Postales, mi más reciente libro.

-¿Frank Báez es narrador o poeta?
Poeta que escribe narrativa.

- Cuéntame de tu experiencia de vivir en los Estados Unidos. Te la cuento con un ejemplo elocuente. Recuerdo que salí de Santo Domingo y la temperatura estaba en 28 grados. Cuando aterricé en Chicago, la temperatura estaba en menos 28 grados.

- ¿Qué opinas de la literatura que se ha hecho en la isla en los últimos 20 años?
Bueno, hay gente escribiendo. Sin embargo, lo que yo encuentro triste es la discontinuidad de una tradición literaria. Cuando uno va a los suplementos literarios de hace veinte o treinta años encuentra que los escritores de entonces escribían sobre las novedades y existía un interés sobre lo que se publicaba. Esto se ha perdido. La generación anterior se ha convertido en una especie de papá pegón. En fin, hay como una orfandad en estos escritores que quizás en el fondo pueda producir una literatura más libre y versátil.
¿Quién sabe?

-¿Consideras que escribir bien es un don?
El don es sentir la pasión por escribir y leer. El don es tener ochenta años y sorprenderse de la misma manera en que escribíamos y leíamos a los veinte.

¿Qué buscas cuando escribes?
Abrir una ventana desde la que se vea el mundo que tengo en la cabeza.


-Tú me asombraste con algunos relatos de “Págales tu a los Psicoanalistas” en los que narras con voz de mujer, ¿cómo pudiste concebir tan bien esas historias?
Un día se me ocurrió hacer un blog de una jevita dominicana. Le puse de nombre Lola. Duré varios meses escribiendo sobre su vida en Santo Domingo. Así que cuando me puse a escribir de nuevo, no podía obviarla porque se me había vuelto real. Incluso cuando escribía sobre ella era capaz de escuchar su voz en mi cabeza.

-Cuándo lees, ¿qué te hace pensar: Este es un buen poema?
No lo sé. Uno puede tener una idea predeterminada de lo que es la poesía hasta que abre un libro que desconocía y se da cuenta de que estaba equivocado.

¿Qué es el hombrecito y cómo empieza esa aventura artística?
No hay nada más complicado que definir a El Hombrecito. Alguien dijo que hacíamos spoken word y desde entonces nos agarramos del término como si fuera una tabla del naufragio. ¿Pero qué es eso de spoken word? Qué feo suena. En resumen, El Hombrecito es un proyecto que ideamos Homero Pumarol y yo para difundir nuestra poesía años atrás y que ha devenido en una banda que toca en bares, en festivales y hace intervenciones artísticas. De alguna manera, ha influido en muchos poetas y ahora son varias bandas de Spoken Word (qué charli suena) que tocan por ahí, incluso hay en Santiago, en San Cristóbal y en Nueva York. Ahora, por supuesto, El Hombrecito se está reinventando y está presto a sacar material nuevo. Digamos que el hombrecito está en su pubertad.

-Te puedes referir un poco a la última edición de Postales.
Esta es la primera edición dominicana y la tercera en general. Considero que esta es la definitiva. Las reediciones han permitido que el libro vaya engordando, aunque esto, al menos en la poesía, no es sinónimo de calidad. El libro se ha publicado en Costa Rica y en Argentina. Esta edición dominicana fue realizada por Ediciones De a Poco y se puso a circular a principios de año. Era necesario que se publicara, ya que el libro había ganado el Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña y como no había sido publicado en el país, levantó una serie de comentarios erróneos y desafortunados. El libro está dividido en tres secciones y agrupa varios de los poemas que escribí durante la década pasada, poemas escritos en diferentes registros y en diversas circunstancias. Muchos de los poemas han aparecido en revistas como El Mal Pensante de Colombia y en antologías como Cuerpo Plural de la editorial Pre Textos. De igual forma, también han sido difundidos a través del disco de El Hombrecito y las presentaciones e intervenciones artísticas que he realizado con esta banda. Quizás esto ha llevado a que esta edición haya tenido buena acogida. Pero esta acogida se debe a ese trabajo previo y al mismo tiempo a un esfuerzo editorial, de difusión y distribución que ha hecho David Puig.

-Hace poco presentaste el libro en Miami. Tengo entendido que actualmente estás realizando un tour de Postales.
Sí, es una especie de tour. Presenté el libro en Santo Domingo y luego en Santiago. Posteriormente, viajé a Miami, invitado por el consulado dominicano de Miami y presenté el libro allá. La experiencia ha sido muy grata. Tanto en Santiago y en Miami conocí poetas y artistas que me eran desconocidos. Pero más que nada, a gente interesada en la poesía y que consideran que estas actividades pueden ser viables. Creo que la mejor manera de difundir un libro y sobre todo si es de poesía es aprovechando la presencia del autor para darle vida a los textos. Parto del principio de que los libros no son para vendérselos a otros poetas o a académicos, sino a la gente normal. A esa gente es que tenemos que ganarnos.

-¿A dónde se dirigen tus poemas después de postales?
Lo peor que le puede pasar a un poeta es volverse predecible. Es como un mago. Tan pronto te sabes los trucos y la rutina, la magia se pierde. Es lo mismo con la poesía. La poesía debe sorprender como un rayo que te da de lleno en el campo, te incinera y te hace polvo.

Frank Báez ha publicado el libro de poesía Jarrón y otros poemas (2004) y el libro de cuentos Págale tú a los psicoanalistas (2007) con el que ganó el premio de cuentos de la Feria del libro de Santo Domingo. Sus poemas han aparecido en diversas antologías. La más reciente es Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (Editorial Pre-Textos 2010). Es parte de la banda de spoken word El Hombrecito que en el 2009 editó un disco titulado Llegó el hombrecito. Es editor de la revista virtual Ping Pong.

TAPAS
 España (2012)

Argentina (2011)

República Dominicana (2011) 

Argentina (2010) 

 Argentina (2009) 

 Costa Rica (2008)





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